La ayuda al desarrollo y la cooperación en la Unión Europea se remonta a sus orígenes. En el Tratado de Roma ya se incluía un artículo al respecto. Las relaciones de Europa con Iberoamérica no avanzan claramente hasta los años noventa. En 1994 se proponía la actuación conjunta con esas regiones para desarrollar una colaboración nueva destinada al mantenimiento de la paz, al respeto universal de los derechos humanos, a unos intercambios económicos equilibrados, al desarrollo sostenible, a la lucha contra la pobreza y contra el deterioro del medio ambiente y al estrechamiento de los vínculos científicos y culturales.
En la actualidad esta cooperación goza de cierta popularidad y reconocimiento, sin embargo no ha sido siempre así. En el momento de la adhesión de España y Portugal a las Comunidades, apenas se destinaban 37 millones de ecus.
La ayuda se ha materializado en forma de programas específicos, como los que nombro a continuación:
-AL- INVEST, que busca ayudar a la pequeña y mediana empresa a operar internacionalmente, incentivando a las firmas europeas a que inviertan en empresas latinoamericanas que busquen esa cooperación.
-ALFA que se enfoca en la promoción de la cooperación en educación superior entre ambas regiones.
- ALURE, que promueve el uso óptimo y racional de la energía.
- ATLAS, que facilita y promueve la cooperación económica entre Europa y AL mediante redes y cámaras de comercio e industria.
- ALIS, que intenta promover los beneficios de la utilización de las tecnologías de la información e intenta servir de puente ante el desequilibrio digital entre ambas regiones.
-URB-AL, que tiene como objetivo establecer vínculos directos y duraderos entre ciudades europeas y latinoamericanas.
Los beneficiarios de las ayudas son países o grupos de países, ONG operativas en la región y empresas o instituciones empresariales.
Como conclusión hay que señalar que Iberoamérica y la Unión Europea comparten las mismas expectativas en lo que respecta al fortalecimiento de la democracia, el respeto de los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la responsabilidad compartida en el narcotráfico y la integración regional.
Pero uno de los mayores problemas en la actualidad de América Latina es su bajo desarrollo social que se ve reflejado en la escasa calidad de la educación, el desempleo, la falta de seguridad y la corrupción.
También debemos preguntarnos si las cumbres son o no eficaces en su mayor medida. En este sentido, cabría preguntarse si las Cumbres son los espacios políticos más idóneos dónde los ciudadanos pueden esperar encontrar soluciones a los problemas de gobernabilidad, o si las mismas no deberían ser un ámbito de diálogo, y de proyección de una visión de futuro compartida acerca de la inserción de América Latina en el contexto internacional.
Así, las revisiones de las cumbres celebradas durante los últimos diez años, tanto de parte de la ciudadanía como de los analistas políticos, arrojaran análisis cada vez más críticos. Para muchos analistas, el enérgico apoyo retórico a la democracia y los derechos humanos expresado en cada una de las cumbres pierde credibilidad si no va acompañado de un plan de acción concreto y efectivo. En el mismo sentido, las declaraciones sobre temas sociales y del desarrollo se han traducido en largos programas de acción, muchos de los cuales no se han cumplido. Para fortalecer la gobernabilidad de las regiones se requiere fortalecer las capacidades institucionales nacionales. Por último, cabe preguntarse, si las cumbres no deberían convertirse en un espacio central que le permita a América Latina equilibrar el juego de intereses y fuerzas de la región y definir la mejor forma de inserción en el mundo.
de la post- Guerra Fría, creando pilares en torno a los cuales se puedan construir procesos más sólidos y lograr objetivos de largo plazo.
Para que las Cumbres Unión Europea-América Latina y Caribe (ALC) sean de verdad eficaces, deben tener unos objetivos realistas y bien adaptados a sus características institucionales.